martes, 2 de noviembre de 2010

entonces

Qué distinto sentimos.
Esa esquina es mi todo. Mi historia, mis ganas de amar, de vivir, y sobre todo, de morir. Por eso evito caminarla. Por dos razones: nuestro primer encuentro acordado, toda mi inocencia y esas ganas irrefrenables de amarte, de escucharte, sentirte, esas ganas de que me dijeras que todo iba a mejorar. Dale gorda, no seas cabeza dura, ya vas a salir de esta, dijiste mientras mirabas a la primer morocha que pasaba. Qué me importó. Te idealicé. Te idealizo. Hoy no sos todo, aunque podrías.
Pero también por todas mis ilusiones de volver a verte, de volver a tenerte. La segunda vez que caminé esas calles no te vi. Me senté en el mismo lugar en el que un año atrás te habías sentado vos y te esperé. Mira que te esperé horas nene y nunca apareciste, otra decepción? Pero ya eras producto de mis fantasías. Hasta que me di cuenta que eso no era normal, ya era tarde. Ya la enfermedad había avanzado demasiado como para reconocerlo.

Cuánto tiempo pasó? Hoy estoy yo en esa esquina, viendo el banco frances. Te imagino esperándome. Ahorma me imagino esperándote.
Me arrepiento de tres tardes, y doy gracias por un par de noches.

Si esto no es crecer.....

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